La Asunción de María, Gran Fiesta para los creyentes. María, Figura y Primicia de la Iglesia . Celebramos hoy, en medio del verano, una de las grandes y más entrañables fiestas de la Santísima Virgen, su Asunción. Nuestro pueblo cristiano ha llamado a este día de gran fiesta el día de “Nuestra Señora” como queriendo honrarla hasta con el nombre.
El Dogma de la Asunción de María fue definido por el Papa Pio XII el 1 de noviembre de 1950. La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de todos de todos los demás cristianos; así lo canta la Liturgia Bizantina en esta Solemnidad, que en la Iglesia Oriental se celebra con el nombre de Dormición de la Virgen: “En el parto te conservaste Virgen, en tu transito no desamparaste al mundo, oh Madre de Dios. Alcanzaste la fuente de la Vida porque concebiste al Dios viviente, y con tu intercesión salvas de la muerte nuestras almas”.
La Virgen glorificada en el cielo es, en primer lugar, un signo de esperanza y de promesa para nosotros. En Ella podemos ver prefigurado nuestro propio destino. La Asunción de María está estrechamente vinculada a la Resurrección de Cristo, a la que María ha sido asociada de una manera singular. María es la primera salvada por la Pascua de Jesús. Esta es la Gran Fiesta que hoy celebramos. María, en el Misterio de su Asunción en cuerpo y alma al cielo, nos recuerda que la plenitud del hombre se alcanza precisamente más allá de la muerte. Recién allá Cristo colmará nuestra alma y nuestro cuerpo de su Vida nueva.
Cristo nos ha liberado y traspasando el umbral de la muerte alcanzaremos la Liberación definitiva. La Virgen asunta es el signo más elevado de la primacía de los valores del espíritu. Es la victoria del espíritu sobre la materia en un mundo hundido en la miseria moral del odio, del puro placer, del egoísmo. La Virgen asunta ha alcanzado el triunfo total y hay en ella esplendor de gloria, afirmación gozosa de vida nueva, plena expansión del alma hacia Dios. La Virgen asunta nos orienta la vida. María nos dice qué sentido tiene la vida. Que estamos llamados, destinados por pura gracia, a vivir para siempre.
Hemos de recorrer un camino, sabiendo que estamos llamados a ser felices, y ese camino María ya lo recorrió y desde su Asunción, Ella nos acompaña a nosotros para que lo recorramos y Ella ilumina nuestra vida con el resplandor de su victoria eterna. Os invito a contemplar y celebrar la Asunción de María como fruto y consecuencia de toda su vida. Dicho de otra manera, porque vivió en la confianza plena y radical en Dios, porque fue humilde, disponible a Dios y a los hermanos. Es por esto que Dios la ha ensalzado. Entendiendo así la Asunción, vemos cómo aquella primera cristiana que fue modelo de vida para nosotros -vivió toda su vida tan unida a la voluntad de Dios- toda su vida fue ratificada, asumida por Dios y llevada a una vida nueva.
El mensaje siempre actual de esta Gran Fiesta de nuestra Madre nos urge a mirar al cielo, nuestra patria definitiva, nos ha de ayudar a seguir descubriendo en nuestra vida la primacía de los valores del espíritu sobre el materialismo que se pega a la tierra, nos ha de estimular en nuestra vida de fe tras los pasos de Jesucristo y a ser con nuestra vida portadores de la Vida nueva del Señor.
La Asunción de María es un reto y una meta para la Iglesia y para cada cristiano. María, canta el Prefacio de la Liturgia de este día, “es figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada”. Alentados por María que nos acompaña con amor maternal nuestros corazones, abrasados en el amor de Dios, han de estar orientados hacia El, hacia la plenitud de la vida en la Resurrección. En palabras del Papa Benedicto XVI: “María es la estrella resplandeciente de luz y belleza que anuncia y anticipa nuestro futuro, la condición definitiva a la que Dios, Padre rico en misericordia, nos llama”.
Hermanos: Esta Gran Solemnidad que hemos de celebrar llenos de alegría nos ha de afianzar en nuestra devoción a la Madre de Dios y Madre nuestra. La Asunción de María nos ha de llenar de alegría, de esperanza, de paz, pues estamos en camino hacia el cielo, hacia la plenitud de nuestra condición como hombres y como cristianos.
Y por ello en este día suplicamos: María, ayúdanos a seguir tu ejemplo. Que como has vivido tú el paso de la vida a la Vida plena de Dios, un día nosotros seamos también dignos y nos encontremos en la gloria. Ruega por nosotros y por nuestro pueblo, Madre de Dios y Madre nuestra. Y también suplicamos con sincero corazón: “que nuestros nombres estén inscritos en el libro de los ciudadanos del cielo –la nueva ciudad- que hoy acoge a la Madre del Señor” ¡Feliz día! Adolfo Álvarez. Sacerdote.