Comenzamos en este domingo la lectura y contemplación del Evangelio de San Lucas, que nos acompañará a lo largo de este Año Litúrgico, en el ciclo C en el que estamos. El evangelio de San Lucas es el considerado Evangelio de la misericordia, pues acentúa los rasgos donde Jesús muestra la misericordia de Dios. En este Evangelio encontramos los pasajes, por ejemplo, de las parábolas de la misericordia, la Confesión del Buen Ladrón en la cruz, donde se nos muestra la misericordia de Dios puesta en relieve en Jesucristo.
Que «conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido» (Lc 1,4), escribe Lucas a su amigo Teófilo. Si ésta es la finalidad del escrito, hemos de tomar conciencia de la importancia que tiene el hecho de meditar el Evangelio del Señor —Palabra viva y, por tanto, siempre nueva— cada día. Por ello es necesario que pidamos, como dice San Ignacio de Loyola, en el Libro de los Ejercicios, “conocimiento interno de Cristo, para más amarle y mejor seguirle”.
Se trata de descubrir y conocer interiormente más y más al Señor. Cristo, el Señor, el Salvador, es la Palabra por excelencia de Dios, “La Palabra hecha carne”, el “hijo Amado”, al que somos invitados a escuchar, como contemplábamos en las Manifestaciones que hemos contemplado los domingos anteriores en el Tiempo de Navidad-Epifanía y el domingo pasado en las Bodas de Caná.
Cada día, especialmente cada domingo, la Comunidad cristiana tiene un encuentro especial con la Palabra proclamada y luego convertida en el Cuerpo y la Sangre del Señor, alimento de Vida Eterna.
Tenemos que gustar de nuevo que la Palabra de Dios, que es la que nos convoca en la Iglesia para celebrar la Resurrección del Señor, participando en la Eucaristía, se cumple en Cristo, el Ungido por el Espíritu de Dios. Somos nosotros, los que nos reunimos en torno a la Mesa de la Palabra y de la Eucaristía, los habitantes de Nazaret a quienes Cristo , lleno de la fuerza del Espíritu Santo, nos comunica la Buena Noticia y la Gracia de la Salvación, la Gracia de la autentica libertad que Dios quiere para el hombre.
Hemos de sentir cómo cada domingo el Señor nos dice: “Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír” El Señor sale a nuestro encuentro “Hoy”, el Señor nos muestra el inmenso amor de Dios, “Hoy”. Nos recuerda el Papa Francisco: “El <<hoy>> proclamado por Cristo aquel día, vale para cada tiempo; resuena también para nosotros…Dios viene al encuentro de los hombres y mujeres de todos los tiempos y lugares en las situaciones concretas en las cuales estos estén. También viene a nuestro encuentro.”
Creo que hoy hemos de reflexionar, por eso, sobre la importancia de la PALABRA: de la Palabra de Dios en la vida de los cristianos, en nuestra vida. (Dios se ha puesto en comunicación con nosotros por medio de su Palabra) y de la palabra de las personas, como medio de comunicación y de comunión. En nuestra vivencia del cristianismo hemos dado mucha importancia a las obras; es cierto que obras son amores…, pero tenemos que descubrir la importancia de la Palabra: Dios se comunica con nosotros por la Palabra, su Hijo Jesucristo. Y por la transmisión de la Palabra (la predicación y la catequesis) hemos conocido las cosas de Dios, vamos descubriendo al Señor.
El Evangelio nos presenta a Jesús, al comienzo de su vida pública, y nos lo presenta no como aquel que ha venido a traer una Gran Noticia, no, no, sino como Aquel que ha venido a traer la Buena Noticia. Jesús se presenta como aquel que ha venido a traer la buena noticia a los pobres, aquel que ha venido a dar la vista a los ciegos y a los oprimidos la libertad. El es, Jesús mismo, la Buena Noticia. Ante esta Buena Noticia, ante la persona de Jesús cada uno de nosotros, debe considerarse pobre, ciego y oprimido, y sólo así necesitaremos a Jesús, sólo así podemos realmente experimentar su Salvación. si no pasará de largo, porque no lo necesitamos. Ser cristianos, por ello, no es ser cumplidor de un conjunto de normas y preceptos, no. Ser cristiano es adherirnos a Cristo, Palabra vida del Padre, y experimentar su salvación. Salvación que nos libera de todo aquello que nos impide vivir auténticamente nuestro ser hijos de Dios.
Cristo, Palabra viva, en ese adherirnos a Él va transformando nuestras vidas y esta transformación nos va haciendo tener, en nuestra vida de cada día, los sentimientos y las actitudes del Señor. Y en esta transformación vamos descubriendo y viviendo que cada uno de nosotros somos miembros del Cuerpo de Cristo y que cada miembro es importante pues a cada miembro Dios le ha dado unos dones para bien de todos y para entre todos hacer presente a Cristo en medio de nuestro mundo siendo Buena Noticia.
Amigos y hermanos cada día, en la Iglesia, se realiza el “Hoy” de Jesús, por el cual experimentamos y celebramos la Salvación y vivir como hijos de Dios. Pero también cada día la Iglesia, cada uno de nosotros miembros de la Iglesia, hemos de hacer presente el “Hoy” de Jesús en medio de nuestro mundo, y así los hombres y mujeres de nuestro tiempo puedan descubrir el amor inmenso de Dios y el don de la Salvación.
Que Cristo sea cada día más centro de nuestra vida, que su Palabra sea espejo donde nos miremos para cada día crecer más como personas y como creyentes. Que su Palabra sea siempre Luz en nuestro caminar por este mundo y así auydemos a otros a descubrir el “hoy” de Dios en sus vidas.
Terminamos hoy rezando:
Ayúdanos a escuchar tu Palabra, y sentirnos interpelados por ella. Ayúdanos, a que tu Palabra, Señor, nos haga vivir con coherencia nuestra fe.
Ayúdanos a hacerla vida. Ayúdanos a tener siempre claro que ser cristiano es el mejor servicio que podemos hacer a toda la humanidad: Es hacerte presente a Ti, Jesús. Ayúdanos a descubrir como esencial en nuestra fe la entrega y el servicio a todos, especialmente a los más pobres y necesitados y así puedan experimentar tu Salvación, tu Liberación. Sólo así el mundo te reconocerá como la Buena Noticia de la Salvación.
Adolfo Álvarez. Sacerdote