En esta Nochebuena comenzaremos a celebrar el Misterio Santo del Nacimiento de Cristo, nuestro Salvador. Nos unimos a los cristianos del mundo entero que, con gozo, celebramos esta Solemnidad. Hacemos nuestras las palabras de San Efrén: “Bendito el Niño que hoy ha hecho regocíjese Belén. Bendito el Bebe que hoy ha rejuvenecido a la humanidad. Bendito el fruto bendito de María que ha enriquecido nuestra pobreza y ha colmado nuestra necesidad. Bendito Aquel que ha venido a curar nuestra enfermedad, nuestra torpeza, nuestro pecado. Gloria a tu venida, que ha dado vida a los hombres” .
En esta Nochebuena sentimos la misericordia y el amor inmenso de Dios con nosotros al contemplarle hecho Niño para nuestra Salvación. Adoramos al Verbo hecho carne. Adorarlo es la puerta para entrar en este gran Misterio de la mano de María que “dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada” (Lc 2,6).
Nosotros somos hoy los pastores que, en la noche a la intemperie, vieron una gran luz y se llenaron de inmensa alegría: cada uno de nosotros tenemos que en esta Nochebuena ponernos ante el Niño con su “noche”, con sus oscuridades y con su deseo de vida, de luz y de paz.
“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; habitaban tierras de sombras y una luz les brilló” (Isaías 9,1). Somos cada uno de nosotros este pueblo, la luz brilla para nosotros. No temáis, no temamos “porque un Niño nos ha nacido, un Hijo se nos ha dado”.
Vivamos la emoción y la sorpresa de aquellos pastores. Vivamos con novedad, dejándonos sorprender por Dios, la Celebración de esta Navidad. Nos dice San Agustín: “Despiértate: Dios se ha hecho hombre por ti. Celebremos con alegría el advenimiento de nuestra salvación, para que fuésemos hombres que ama el Señor”.
Celebrar el Nacimiento de Cristo no es un mero recuerdo, no es un mero aniversario, HOY nace el Señor, Hoy se hace nuestro Compañero de camino. Hoy Jesús se sigue encarnando en cada hombre, en cada acontecimiento de nuestra vida. Navidad es celebrar nuestra liberación, nuestra Salvación, es el Misterio de la condescendencia de Dios que se manifiesta de modo admirable junto a nosotros. Así con la Liturgia de hoy cantamos: “hoy nos ha nacido el Salvador, el Mesías, el Señor”. Hoy celebramos la venida al mundo de Aquel que ha querido compartir con el hombre, con cada uno de nosotros, la condición humana para destruir, en la misma naturaleza humana, la raíz de toda tristeza que es el pecado, y para que el hombre compartiendo la vida divina recuperase la fuente de la alegría y alcanzase su dignidad de hijo de Dios.
Este es el acontecimiento que nos convoca esta Noche, que nos reúne en torno a la mesa con nuestras familias, en torno al Altar para participar en la Eucaristía. Belén nos invita a una vida nueva. No perdamos la oportunidad que se nos ofrece esta Noche.
“Ha aparecido la gracia de Dios que trae la Salvación para todos los hombres” (Tito 2,11). Acojamos y celebremos esta Salvación. Abracemos a Cristo que viene a salvarnos. Llevemos la alegría de la Navidad a nuestras familias, a nuestro alrededor. Llevemos a la Buena Nueva de la Navidad a todos. ¡Anunciemos esta Gran Noticia!:
Os anunciamos, hermanos, una buena noticia,
una gran alegría para todo el pueblo;
escuchadla con corazón gozoso:
Habían pasado miles y miles de años
desde que, al principio, Dios creó el cielo y la tierra
y, asignándoles un progreso continuo a través de los tiempos,
quiso que las aguas produjeran un pulular de vivientes
y pájaros que volaran sobre la tierra.
Miles y miles de años,
desde el momento en que
Dios quiso que apareciera en la tierra el hombre,
hecho a su imagen y semejanza,
para que dominara las maravillas del mundo
y, al contemplar la grandeza de la creación,
alabara en todo momento al Creador.
Miles y miles de años,
durante los cuales los pensamientos del hombre,
inclinados siempre al mal,
llenaron el mundo de pecado hasta tal punto
que Dios decidió purificarlo,
con las aguas torrenciales del diluvio.
Hacía unos 2.000 años que Abraham, el padre de nuestra fe,
obediente a la voz de Dios,
se dirigió hacia una tierra desconocida
para dar origen al pueblo elegido.
Hacía unos 1.250 años que Moisés
hizo pasar a pie enjuto por el Mar Rojo
a los hijos de Abraham,
para que aquel pueblo, liberado de la esclavitud del Faraón,
fuera imagen de la familia de los bautizados.
Hacía unos 1.000 años que David, un sencillo pastor
que guardaba los rebaños de su padre Jesé,
fue ungido por el profeta Samuel,
como el gran rey de Israel.
Hacía unos 700 años que Israel,
que había reincidido continuamente en las infidelidades de sus padres
y por no hacer caso de los mensajeros que Dios le enviaba,
fue deportado por los caldeos a Babilonia;
fue entonces, en medio de los sufrimientos del destierro,
cuando aprendió a esperar un Salvador
que lo librara de su esclavitud
y a desear aquel Mesías
que tos profetas le habían anunciado
y que había de instaurar un nuevo orden de paz y de justicia,
de amor y de libertad.
Finalmente, durante la olimpiada 94,
el año 752 de la fundación de Roma,
el año 14 del reinado del emperador Augusto,
cuando en el mundo entero reinaba una Paz universal,
hace 2018 años,
en Belén de Judá, pueblo humilde de Israel,
ocupado entonces por los romanos,
en un pesebre, porque no tenía sitio en la posada,
de María virgen, esposa de José,
de la casa y familia de David,
nació Jesús,
Dios eterno, Hijo del Eterno Padre,
y hombre verdadero,
llamado Mesías y Cristo,
que es el Salvador que los hombres esperaban.
El es la Palabra que ilumina a todo hombre,
por él fueron creadas al principio todas las cosas;
él, que es el camino, la verdad y la vida,
ha acampado, pues, entre nosotros.
Hermanos, alegraos,
haced fiesta y celebrad la mejor noticia
de toda la historia de la humanidad.
(Canto de la Calenda)
A todos Feliz Nochebuena, Feliz Navidad. El Señor en su Nacimiento os inunde de su Luz, su Paz, y Amor.
Adolfo Álvarez. Sacerdote