Hoy, Viernes Santo, celebramos la Pasión y Muerte de Jesús.
Primer día del Triduo Pascual. El Viernes Santo ya es Pascua, la pascua del crucificado.
La cruz es hoy el signo que se levanta ante nuestros ojos para contemplarla y adorarla, porque en ella murió nuestro Redentor y desde entonces se ha convertido en signo de Salvación, pues con la muerte de Cristo en la cruz ha sido derrotada nuestra muerte y se nos abrió el camino de la Resurrección.
Nos adentramos en el corazón de la Semana Santa, que nos invita a contemplar el Corazón de Cristo, abierto en la Cruz, un Corazón rebosante de amor y de misericordia del que brotan: el agua y la Sangre, para que todos podamos beber en la Fuente de la Salvación. Cristo con el pecho traspasado en la Cruz, es la revelación más impresionante del amor de Dios; un amor que desea ser correspondido porque está totalmente enamorado de nosotros y que al mismo tiempo se entrega por completo sin esperar nada a cambio, por puro amor que se derrocha sin medida.
Contemplamos lo que Dios es capaz de hacer por nosotros, sus hijos: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó su Unigénito” (San Juan).
Con la Iglesia hoy contemplamos y meditamos la Pasión del señor, adoramos su Cruz, conmemoramos el propio nacimiento de la Iglesia y su misión de extender a toda la humanidad sus fecundos efectos, dando gracias por tan inefable don y deseando interceder por la salvación del mundo.
“Mirad el árbol de la Cruz donde estuvo clavada la salvación del mundo”, así se nos invita hoy a mirar a Cristo Crucificado. Tengamos valor de mirar a Cristo, miremos todo su amor por nosotros. En la Cruz Cristo murió por nosotros; Cristo murió con nosotros; Cristo murió como nosotros.
La Pasión y Muerte del Señor no es solamente un misterio a contemplar, sino un misterio que debemos vivir como la fuente más profunda de todo nuestro comportamiento.
En Cristo se realiza la nueva alianza de Dios con la humanidad. Su Sacrificio es un inmenso acto voluntario de amor. Nadie puede ser cristiano sino asumiendo este hecho: el Hijo de Dios, Jesucristo, ha entregado su vida aceptando la muerte y muerte de cruz por todos los hombres.
¡Jesucristo en la Cruz! Nadie podrá jamás llegar a comprender este misterio tan inefable. Desde que Jesús ha muerto en la Cruz todo empieza a ser nuevamente verdadero y la realidad adquiere sus auténticas dimensiones. En la Cruz ha sido aniquilada la mentira. En la Cruz “el mundo es juzgado como reo y el crucificado exaltado como juez poderoso” que va a restaurar todas las cosas devolviéndoles su verdad original. Cristo en la Cruz entregó su vida por amor y su amor nos ha salvado.
Jesús que en la Cruz lleva “los sufrimientos” y aguanta “los dolores” de la humanidad sufriente, es el recuerdo vivo del viernes santo de gran parte de la humanidad actual; los que mueren de hambre, los que sufren las consecuencias de las guerras, los cristianos perseguidos a causa de su fe, las familias rotas….
No dejemos de mirar hoy la Cruz del Señor y acerquémonos con el corazón lleno de fe a adorar esta Cruz y llenos de agradecimiento a quien ha entregado su vida, derramado su sangre, por nuestra salvación. Dejémonos en este Viernes Santo, ante la Cruz del Señor, arrastrar por esa fuente inagotable de amor que es el Corazón de Cristo, adorémosle, démosle gracias por todo su amor para con nosotros y por los tres grandes dones que hoy nos regala: La Iglesia, su Madre y el Don del Espíritu Santo.
Con devoción y con fe proclamemos hoy y siempre: “Tu cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos. Por el madero ha venido la alegría al mundo entero”. Y contemplemos el Leño Santo y adoremos al Señor pidiéndole confiadamente: “Señor dame tu gracia, porque con tu gracia el mal no me destruye. Todo lo puedo en Aquel que me conforta, que eres tu Señor mío. Solo tu gracia es suficiente para caminar con paz y alegría. Con tu gracia, sé que a todos nos tienes reservada una herencia de vida y de amor para toda la eternidad”.
Adolfo Álvarez. Sacerdote