¡Cristo ha resucitado! ¡Vivamos vida nueva! ¡Aleluya!
Ésta es la Gran Noticia. Cristo sigue vivo y está en medio de nosotros. A través de la Resurrección de Cristo se nos pone de manifiesto que al final triunfa la vida y el amor, y que la última palabra de la Historia no la tiene ni el pecado, ni el egoísmo, ni la mentira, ni el poder humano: la tiene Dios.
Esta Gran Noticia la celebramos durante Cincuenta días, como un único día. Y muy especialmente el Domingo de Pascua, domingo de los Domingos, lo celebramos como un Gran Domingo que dura ocho días, lo que llamamos la Octava de Pascua, que va del Domingo de Pascua al Segundo Domingo de Pascua o Domingo de la Divina Misericordia. Este Gran Domingo que se prolonga ocho días es la semana en la que estamos, la Semana más grande del año para los creyentes en Jesucristo. A lo largo de esta Semana de la Octava en el Evangelio vamos contemplando las distintas Apariciones de Jesús Resucitado: A las mujeres, a María Magdalena, a los discípulos de Emaús, a los Apóstoles… Y contemplando estas Apariciones hemos experimentar en nuestras vidas al Resucitado, hemos de experimentar que Cristo triunfa de la muerte, que Cristo vive.
La Pascua de Resurrección debe fortalecer nuestra fe en Cristo, Verdadero Dios y Verdadero Hombre. Antes le vimos nacer, hacer milagros, morir en la Cruz, ahora triunfa de la muerte y resucita. Hemos de sentir y gustar que al resucitar Cristo ha hecho que nosotros, cada uno de nosotros, pasemos de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, de la esclavitud del pecado a la libertad de los hijos de Dios.
Cristo nos ha mostrado una nueva forma de vida y como fruto de su Resurrección nos da su Espíritu, que nos ofrece una nueva libertad para vivir desde el modo de Cristo sintetizado en el Mandamiento Nuevo del Amor, que nos dejó como carnet de identidad de sus Discípulos.
¡Cristo ha resucitado! Los creyentes de este siglo XXI ponemos nuestra esperanza en Él. Y queremos anunciar con gozo y autenticidad esta esperanza que brota del Resucitado y queremos que los hombres y mujeres de nuestro alrededor participen también de ella.
El Espíritu del Resucitado nos convierta en verdaderos testigos. Cada uno de nosotros en su ambiente: trabajo, lugar de estudio, familia, con los amigos, con los vecinos…ha de ser testigo de la Pascua de Jesús contagiando a los demás la alegría y la Paz del Resucitado que sentimos en lo más profundo de nuestros corazones.
Y es que la fuerza del Misterio de la Pascua debe remover nuestra vida de discípulos del Señor. Nuestra resurrección debe ser diligente como la reacción de las mujeres en la mañana de aquel día de la Resurrección. Fueron al sepulcro muy temprano, al salir el sol, sin dar lugar a la pereza ni a la tibieza, así tenemos que actuar nosotros.
Nuestra resurrección debe ser verdadera. El Evangelista nos dice que Cristo “resucitó verdaderamente”. La vida de discípulos del Señor no es un juego a ser buenos, a la rutina, a un ir tirando. Resucitar con Cristo nos ha de llevar a buscar las cosas de arriba, con la alegría que nos da la fe y también con la constancia firme que la fuerza de Dios nos da.
¡Cristo ha resucitado! ¡Dejémonos resucitar por Cristo! ¡Seamos testigos de esperanza, de amor y misericordia en medio de nuestro mundo!.
Amigos: Que siempre busquemos la Vida en Cristo Resucitado y El será nuestra Alegría, nuestro Gozo y la Fuente eterna de nuestra Felicidad y de nuestra Esperanza.
Adolfo Álvarez. Sacerdote.