Junto con toda la Iglesia hoy festejando la Solemnidad de Pentecostés suplicamos al Señor:
“Derrama los dones de tu Espíritu sobre todos los confines de la tierra y no dejes de realizar hoy, en el corazón de tus fieles, aquellas mismas maravillas que obraste en los comienzos de la predicación evangélica”.
Día Solemne en que celebramos una nueva efusión del Espíritu Santo sobre la Iglesia, sobre cada uno de nosotros, sobre la sociedad entera. Su presencia y acción sobre cada uno de nosotros es decisiva para la vida de la Iglesia. Jesús había prometido a sus Discípulos el envío del Espíritu Santo y hoy, en Pentecostés, cumple su promesa. Los Apóstoles reciben la fuerza para salir por el mundo a anunciar y a ser testigos de la Resurrección de Cristo, a continuar la Misión de Cristo de anunciar el Amor de Dios para con todos los hombres. Nosotros hoy recibimos nuevamente esta fuerza para continuar la tarea en nuestro mundo contemporáneo de ser testigos hoy de Cristo Resucitado y anunciar con nuestras obras y palabras la Misericordia de Dios para con todos los hombres.
El Espíritu Santo viene en nuestra ayuda, vuelve a irrumpir en cada uno de nosotros haciendo que abramos las puertas y ventanas de nuestra vida a la acción de Dios en nosotros y vivamos el ser constructores de fraternidad, de unidad, de perdón entre las personas rompiendo todo egoísmo e individualismo y colaborando en la Civilización del Amor que brota del Corazón de Cristo.
Cristo por su Espíritu nos comunica la Paz, para que seamos constructores de su Paz entre nosotros, en nuestro mundo dividido por guerras y discordias, por eso pedimos con las palabras de San Francisco: “Hazme instrumento de tu paz”.
Cristo por su Espíritu nos comunica el perdón de nuestros pecados y confía a los Apóstoles y a sus sucesores el poder de perdonar.
Cristo por su Espíritu nos envía, «como el Padre me ha enviado. Así también os envío yo”. El Espíritu nos empuja a la misión, con su impulso somos capaces de evangelizar. Estamos llamados a ser apóstoles hoy cada uno en el lugar donde vive en su familia, con sus amigos, en su lugar de trabajo, en su vocación. Evangelizar, ser apóstoles es proclamar, testimoniar, con las palabras y los hechos que Jesucristo y su Buena Noticia son camino de vida y de liberación para todos, que en Él esta el sentido de nuestra vida y la felicidad auténtica.
Celebremos con gozo este Gran Día de Pentecostés y con fe oremos queriendo secundar la acción del Espíritu en nosotros gustando despacio la Secuencia de la Liturgia de este día:
Ven, Espíritu Divino,
Manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo ,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos ;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
Y no lo olvidemos, estamos llamados, como los Apóstoles, a ser testigos de la Buena Noticia del Evangelio, a ser testigos del Resucitado. La Fuerza poderosa que invocamos del Espíritu y se derrama sobre nosotros en este Pentecostés nos hace salir fuera, salir a hacer partícipes de los hombres de nuestro tiempo de la gracia desbordante de Dios, a anunciar si miedo que Jesús es el Señor y en Él está la verdadera felicidad del hombre.
¡¡ Muy Feliz Día de Pentecostés!!
Adolfo Álvarez. Sacerdote