Vamos a descubrir a este Santo portugués que tuvo una vida plena en todos los sentidos y vivida al máximo siempre desde la presencia real de Jesús Eucaristía a quien él adoraba. Fue caballero , soldado, marido, padre y por último fraile y Santo.
Transcurría el siglo XIV, en un entorno caballeresco y de familia noble nace en 1360 en Portugal Nuno Alvarez Pereira, aunque es hijo ilegítimo al año de su nacimiento fue legitimado por Decreto Real y a los trece años formó parte de los pajes de la Reina Leonor, pronto fue nombrado caballero en la Corte.
Le casaron muy joven con una joven viuda rica, tuvo tres hijos , dos varones que murieron prematuramente y una niña. Dirigió el ejército portugués a la victoria en varias ocasiones, era un general valiente y de espiritualidad sincera y profunda. Su amor a la Eucaristía y a la Santísima Virgen eran los ejes de su vida.
Al enviudar a la edad de 27 años , no quiso volver a casarse y en 1423 abandonó las armas , el poder y los títulos nobiliarios y renunció a todos sus bienes al entrar en la Orden de Hermanos de la Bienaventurada Virgen del Monte Carmelo , en el convento do Carmo en Lisboa, convento que él mismo fundó. Tomó el nombre de Fray Nuno de Santa María y esta vez se enfundó en una nueva armadura pero espiritual , la de la Regla del Carmelo, cambiando su vida de forma radical y entregándosela por completo a Cristo.
A pesar de sus grandes títulos, no quiso privilegios, eligió el rango más humilde el de fraile, y se dedicó al servicio de los más humildes y de los pobres, nadie pudo evitar que se dedicara a la limosna en favor del convento , organizó para los pobres una distribución diaria de alimentos.
Durante su último año de vida, el rey Juan I de Portugal le hizo una visita al Carmo. Juan siempre consideró que Nuno Álvares Pereira era su amigo más próximo, quien le colocará en el trono y salvará la independencia de Portugal.
La tumba de Nuno Álvarez Pereira fue destruida en el terremoto de 1755 y su epitafio decía: «Aquí yace el famoso Nuno, el Condestable, fundador de la Casa de Braganza, excelente general, beato monje, que durante su vida en la tierra tan ardientemente deseó el Reino de los Cielos después de la muerte, y mereció la eterna compañía de los Santos. Sus honras terrenales fueron incontables, pero les volvió la espalda. Fue un gran Príncipe, pero se hizo humilde monje. Fundó, construyó y dedicó esta iglesia donde descansa su cuerpo.»