Culminamos en este día, fiesta de la Visitación de María a su prima Isabel, el mes de mayo, mes de María. Esta Fiesta nos pone de relieve el ejemplo de María como modelo para nosotros de vida cristiana, pues María es ejemplo para nosotros viviendo el amor a Dios y el amor al prójimo. Terminamos mayo contemplando a María como mujer de fe, confía plenamente en Dios, por eso se fía de El y así Isabel le dirá: “dichosa tú que has creído porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá” y como mujer de caridad, por eso se pone en camino para ayudar a Isabel que está en necesidad.
María es modelo de creyente y nosotros al invocarla a lo largo de este mes, y siempre que lo hacemos, queremos que su ejemplo nos ayude a vivir como creyentes que con las palabras y las obras manifiestan de manera auténtica el amor a Dios y el amor al prójimo.
María dijo “SI” a Dios con todas sus consecuencias y su “aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38) lo fue renovando y manteniendo a lo largo de toda su vida.
Preparándonos a Pentecostés le pedimos a María que nos ayude a acoger el Don del Espíritu para que seamos fortalecidos en la fe, la esperanza y la caridad
Y en este terminar del mes de mayo queremos ofrecerle a María y por medio de María al Señor, estas siete flores, expresión de dones y frutos del Espíritu que deseamos fructifiquen en nosotros en este nuevo Pentecostés:
La flor de la Alegría. María proclamó y cantó con la alegría, la visita del Señor. Con el “Magnificat” nos hace descubrir la auténtica alegría: Dios. . Hemos de irradiar la alegría a los demás. Una alegría que nace desde el corazón, que no es ficticia ni postiza. Alguien, con razón dijo que la sonrisa y el canto deben ser dos notas dominantes en la vida de un cristiano.
La flor de la Oración . Para no desfallecer en el caminar de cada día. El silencio del meditar es una escuela en la que María aprendió a ser grande ante los ojos de Dios. María nos invita a descubrir la necesidad de la reflexión y de momentos de “tratar de amistad con Dios”.
La flor de la Confianza. Hay que dejar que el Señor haga fructificar nuestros esfuerzos y trabajos. María confió. No entendió al principio, pero confió y dejo que Dios llevara hasta el final su obra.
La flor de la Paz. Para no romper nuestra amistad con Dios, ni nuestros deseos de armonía con los que nos rodean. Donde hay encuentro personal con Dios, hay serenidad alrededor. Dios es la fuente de la Paz auténtica. María es la Reina de la Paz.
La flor de la Disponibilidad. No siempre hay que comprender ni entender todo lo que se nos presenta en la vida ; María ante la noticia del Mensajero Celestial, se quedó ruborizada ¿quién soy yo para que un ángel me traiga semejante noticia?. No siempre hay que hacer las cosas por su fruto seguro e inmediato. María creyó y puso sus entrañas al servicio del Misterio de la Salvación. ¿Estamos disponibles allá donde Dios nos quiere? .
La flor de la Fortaleza. María fue fuerte ante la adversidad. Permaneció firme junto a la Cruz en la muerte de su Hijo. Nos enseña a ser fuertes ante las adversidades que en el camino de la vida se nos presentan.
La flor de la Sencillez. Vivir con realismo, pero sin dramatismos, las circunstancias de cada día. No obsesionarnos con el tener, pues no por tener más y más vamos a ser más felices. La Virgen es inmensamente feliz.
Que con la ayuda y el ejemplo de María, Madre del Señor y Madre nuestra, estas Siete Flores, al ofrecérselas a Ella, el Espíritu Santo, con sus siete Dones, las haga florecer abundantemente en el inmenso campo de nuestra vida cristiana de cada día.
Adolfo Álvarez. Sacerdote