EL BAUTISMO DEL SEÑOR, MANIFESTACION DEL AMOR DE DIOS:
UN CAMINO Y UNA MISION
Concluimos en este domingo, con la Fiesta del Bautismo del Señor, la Celebración de Navidad- Epifanía, el ciclo de las “manifestaciones o epifanías” de Dios a los hombres:
– Se manifestó en Belén: vestido en carne; la Encarnación, Dios hecho niño, uno como nosotros, de nuestra familia.
– Se manifestó a los magos: como estrella, como luz para todo el mundo. Dios se da a conocer a todas las naciones.
– Se manifiesta hoy de nuevo en el Jordán como siervo de Dios y de los hombres, pero Hijo predilecto del Padre y colmado del Espíritu.
Manifestaciones como Misterio de la revelación de Dios que en Cristo nos ilumina y llena de sentido nuestra vida.
La celebración de este domingo es esencialmente un encuentro con el Señor y un don gratuito de Dios.
La fiesta de este domingo es, por tanto, la manifestación pública del Mesías. Jesús, aquel niño de Belén, tiene ya alrededor de 30 años; inicia “su vida pública”; comienza a recorrer los caminos de Israel dando a conocer una Buena Nueva. Y para ello eligió la ribera del Jordán, uno de los puntos geográficos más bajos de la tierra, donde Juan bautizaba a las gentes con el bautismo de penitencia. Jesús se presenta mezclado entre hombres pecadores; se pone a la cola como uno más sin pedir privilegios o exigir otro tanto. Se presenta SOLIDARIO con los sufrimientos, las esclavitudes y los desgarros de los hombres. Esa será la MISIÓN DE JESÚS: “traiga el derecho a las naciones…”, “abrir los ojos a los necesitados… y sacar a los condenados de sus prisiones y desorientaciones…” que nos dice la primera lectura de hoy anunciado por Isaías.
Jesús quiere ser el hermano mayor que lleva de la mano a toda la humanidad para que sean y vivan hijos de Dios. Y por esto nos enseñará a dirigirnos a Dios llamándole <<Padre>>. Y nos descubrirá que somos hermanos de todos los hombres, y por ello nos mostrará como algo fundamental la preocupación por los demás, especialmente los más necesitados.
En la imagen de la escena evangélica de hoy los Padres de la Iglesia ya supieron reconocer uno de los momentos constitutivos del sacramento del bautismo. Y es que interpretaron que si Juan bautizaba con agua para purificar los pecados, el bautismo del Señor había purificado el agua para que todos nosotros pudiéramos entrar en la vida nueva de su resurrección.
El bautismo en el río Jordán se convierte en una promesa pascual: Jesús, el Hombre nuevo, nos promete a todos los hombres, prisioneros del pecado, la Vida nueva, que pasemos de la muerte del pecado a la Vida nueva. En el Prefacio de la celebración de este día decimos: “Porque el Bautismo de Cristo en el Jordán has realizado signos prodigiosos, para manifestar el misterio del nuevo bautismo”. Y nos recuerda el Papa Francisco: “Nosotros, con el Bautismo, somos inmersos en esa fuente inagotable de vida que es la muerte de Jesús, el más grande acto de amor de toda la historia”
Para nosotros el Bautismo de Cristo en el Jordán, su manifestación, es una invitación a renovar la gracia de nuestro propio bautismo. El Bautismo para nosotros, como para Jesús es el comienzo de un camino y de una misión: Ser bautizados conlleva disposición de nuestra parte para hacer el camino y para llevar adelante la misión. Y en ese camino y en esa misión, el Señor será Luz en el camino y nos dará la fuerza de su Espíritu para la misión.
Hermanos y Amigos, estamos llamados a testimoniar a Cristo, que es manifestación del amor de Dios para con nosotros, que es el Rostro de la misericordia del Padre, que nos urge a cada uno de nosotros a “pasar por el mundo haciendo el bien”.
Que al culminar las Celebraciones de la Navidad y Epifanía, esta Fiesta nos ayude a experimentar a Cristo junto a nosotros y vivamos con más frescura nuestra condición de bautizados. Que redescubramos la alegría del Evangelio y deseo grande de contagiar a los demás, especialmente a los que nos rodean, la Buena Noticia de Jesucristo.
Adolfo Álvarez. Sacerdote