SOLEMNIDAD DE LA EPIFANIA:
JESUS LUZ Y SALVACION PARA TODOS LOS HOMBRES
La Solemnidad de la Epifanía es la Manifestación de Cristo como Salvador de todos los hombres. Una Solemnidad donde se expresa que Aquel que ha nacido, el hijo de María, es el Hijo de Dios vivo, el Mesías prometido, la Luz y la Salvación para todos los pueblos. Si la Solemnidad del Nacimiento de Cristo, el día de Navidad, subraya la humanidad de Cristo, La Solemnidad de Epifanía, la que celebramos hoy, muestra más su dimensión divina. Ambas Solemnidades celebran la misma realidad profunda: la manifestación del Señor en la carne. Ambas Solemnidades son una Gran Fiesta de Luz y Alegría .
Jesús viene para revelar a Dios a todos los pueblos y ser Luz de todas las naciones. En el corazón de la Epifanía está Jesús que se nos manifiesta y se nos revela a todos los hombres como alegría y gozo, como vida y paz, como gracia y perdón.
Jesús mismo es la Estrella que en la oscuridad de la fe, en la noche del mundo, guía a todos los hombres en medio de sus incertidumbres, buscan con todo su corazón la Verdad. Podemos decir que en los Magos de Oriente están representados todos los hombres de buena voluntad que en las diversas culturas y épocas buscan a Dios. Los Magos de Oriente representan a una humanidad que, con humildad busca a Dios. Y Dios nunca abandona al que le busca. Todo el que busca a Dios lo encuentra. Desde el momento mismo de su Nacimiento Jesús aparece como Luz que brilla en las tinieblas.
San Mateo nos explica las etapas de la fe, cuyo momento central es un encuentro. El encuentro con un Dios que con entrañas de misericordia busca al hombre herido por el pecado; y de un hombre que en la oscuridad de las dudas y temores, descubre con asombro el misterio del amor divino. Podemos señalar en estas etapas.- Dios se da a conocer en el lugar donde el hombre vive. Dios se manifiesta al hombre en la realidad concreta, en los acontecimientos diarios, en la vida misma. Dios habla al hombre en su misma vida, en la realidad concreta, como dirá Santa Teresa de Jesús: “Dios anda entre los pucheros”. Hemos de ayudar a los hombres de nuestro tiempo a contemplar la vida con profundidad.- Solo puede percibir la voz de Dios, sólo puede descubrir “la estrella” el hombre que vive abierto a la verdad. Y hemos de discernir, pues no todas las luces y las estrellas muestran el buen camino. Necesitamos descubrir la “estrella” que nos pone ante Dios.
– El camino de búsqueda es largo, la fe es una aventura apasionante. El camino hacia Dios es un camino largo, no exento de dificultades y hasta de momentos de oscuridad y duda (cuando llegan a Jerusalén los Magos, la estrella se ocultan, pasan un momento de oscuridad, de duda) El camino de la fe es una aventura. Esta aventura es apasionante para el hombre y es donde el hombre va descubriendo la respuesta a las tres grandes preguntas que se hace desde siempre ¿quién soy?, ¿hacia dónde voy? Y ¿cuál es el sentido de mi vida?. Cristo es la respuesta y en vivir la aventura de la confianza, del fiarse (eso es la fe confianza plena, fiarnos) en Cristo el hombre encuentra la felicidad total.
– El encuentro con Dios rompe nuestros esquemas. Los Magos quedan sorprendidos al descubrir a Dios en la debilidad de un niño. También rompe nuestros esquemas, pero hemos de abrirle de par en par el corazón para que nos empapemos del amor inmenso de Dios que nos quiere mostrar.
Nosotros al celebrar hoy esta Solemnidad somos invitados a este encuentro con Dios, a experimentar en nuestra vida esta Manifestación del Dios que nos salva y para ello, siguiendo el ejemplo de los Magos se nos llama a tener tres actitudes para vivir con más intensidad y profundidad nuestra vida cristiana:
1.- Una actitud de Búsqueda – Los Magos entienden la estrella como una señal de ponerse en camino. Se ponen en búsqueda. Nosotros en nuestra vida cristiana hemos de ser buscadores de Dios, hemos de buscar crecer en la fe (algunos podemos ver que quedaron con el “traje de primera comunión) y encontrarnos más profundamente con Cristo.
2.- Una actitud de Adoración- La adoración es la acción que define la relación del hombre con dios. Sólo hemos de adorar a Dios. En nuestra vida vamos creando ídolos a los que fácilmente adoramos y que quitan el protagonismo al Dios que salva y que dejan en nuestro corazón esclavitud, insatisfacción, tristeza, pues ocurre aquello que nos dice el Salmo “tienen ojos y no ven, tienen orejas, y no oyen; tienen manos, y no tocan…” (Salmo 113 B). Sólo Dios nos hace felices. En la medida en que nos entreguemos sólo a Dios y ante Él sólo nos postremos seremos más plenamente hombres, más libres y más felices.
3.- Una actitud de Misión. Los Magos vuelven a casa por otro camino. El encuentro con el Dios hecho hombre les hace hombres nuevos. Es que el encuentro con Cristo transforma la vida, hace de nosotros hombres nuevos, con una escala de valores nueva, ya no podemos ir por el camino del odio, del rencor, del miedo, del egoísmo. Tenemos que ir por el camino de la alegría, de la fe, de la esperanza, del perdón del amor, del darnos. Podemos preguntarnos cada uno de nosotros en este día ¿Cristo ha cambiado mi vida? Amigos, sí, el encuentro con Cristo hace que encarrilemos la vida de otra manera.
El cristiano, cada uno de nosotros creyentes, tiene que ser Epifanía de Cristo, manifestación de Cristo para los demás. Estamos llamados a ser Luz de Cristo en medio del mundo que nos toca vivir. El Señor nos ha enviado a predicar el Evangelio a todas las gentes sin excluir a nadie: “haced discípulos míos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre… (Mt 25). Por ello recordar unas Palabras del Papa Francisco en Evangelii gaudium : “Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida”. (n.49)
Que en este día al adorar como los Magos al Niño Dios hecho hombre le ofrezcamos nuestra propia vida y nuestro compromiso de imitar a aquellos Magos buscando siempre a Dios, descubriéndole como nuestro Rey y vivir siendo “estrellas “de su presencia, de su Evangelio para los demás.
Adolfo Álvarez. Sacerdote