FIESTA DE LA PRESENTACION DEL SEÑOR.
FIESTA DEL SEÑOR, FIESTA DE MARIA
¡CRISTO, LUZ DEL MUNDO!
En este dos de de febrero celebramos la Fiesta de la Presentación del Señor en el Templo. El martirologio nos anuncia esta fiesta con las siguientes palabras: <<llamada “Hipapante” por los griegos. Cuarenta días después de Navidad, Jesús fue llevado al Templo por María y José, y lo que pudo aparecer como cumplimiento de la ley mosaica se convirtió en realidad, en su encuentro con el pueblo creyente y gozoso. Se manifestó, así, como luz para alumbrar a las naciones y gloria de su pueblo, Israel>>.
El nombre popular de esta Fiesta, La Candelaria, tiene como referencia a la Santísima Virgen María, ya que Ella es quien lleva en sus brazos la Luz verdadera, Jesús. Fiesta por tanto del Señor y de la Virgen María, Madre del Señor y Madre nuestra así nos lo señala el Papa Pablo VI en la exhortación Apostólica “El culto a la Virgen” donde en el número 7 nos dice: “la fiesta del dos de febrero, debe ser considerada, para poder asimilar su amplísimo contenido, como memoria conjunta del Hijo y de la Madre, es decir, como celebración de un misterio de la salvación, realizada por Cristo, al cual estuvo íntimamente unida como Madre del Siervo doliente de Yahvé” .
La Fiesta de la Presentación del Señor celebra una llegada y un encuentro: la llegada del anhelado Salvador y el encuentro con el pueblo creyente representado en los ancianos Simeón y Ana. Al revivir este misterio en la fe, la Iglesia da de nuevo la bienvenida a Cristo, “Luz para alumbrar a las naciones”. Y así toda la Iglesia, cada uno de nosotros profesamos públicamente nuestra fe en Cristo, proclamándolo Luz del mundo, Luz de Revelación para todo pueblo, para toda persona.
Jesús perfecto Dios y perfecto hombre, hace su entrada en el templo en la humildad de nuestra carne. El Rey de la gloria, el Señor, es el que entra en el Templo, pero su majestad y su grandeza se esconden en los brazos de María, la Virgen Madre que no necesita purificación pero que junto con José acuden al Templo porque quieren ser obedientes a la ley. Y nosotros de nuevo le cantamos con Simeón: “Luz para alumbrar a las naciones y gloria de su pueblo, Israel”
Cristo como Luz del mundo nos manifiesta el misterio del hombre, así el Concilio Vaticano II nos dice a propósito: “Cristo, nuestro Señor, Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación”(Gaudium et spes 22)
Acojamos la Luz de Cristo, proclamemos con nuestra manera de vivir la verdad del canto que dice: “Quien sigue al Señor no anda en tinieblas, que Cristo es la luz”. Por ello necesitamos recordarnos las palabras del Señor: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12). Y seamos portadores de esta Luz para los demás. Tenemos el encargo del Señor de ser luz del mundo, “vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5). Toda la Iglesia está llamada a ser Luz de Cristo para todas las naciones. Y esto depende de ti y de mí. Hemos de estar unidos a la Luz, a Cristo, pues esto es fundamental, vital y ello hemos de hacerlo notar en vivir el amor al prójimo, en que nuestras obras y palabras sean manifestación del amor de Dios a los hombres.
Y al acoger esta Luz que es Cristo, en esta fiesta, hemos de fijarnos también en los que salen al encuentro del Señor, los Ancianos Simeón y Ana, ellos representan a aquellos que han vivido pacientemente, a aquellos que no han perdido la esperanza , a aquellos que saben ver más allá de lo que viven día tras día , a aquellos que han permanecido firmes en las promesas de la venida de Dios porque saben que Dios no se desdice de su palabra.¡ Cuánto necesitamos nosotros hoy tener la actitud de Simeón y de Ana para acoger a Cristo en nuestras vidas y para hablar a los demás del Señor con fe y con entusiasmo!.
También hemos de fijarnos en la Santísima Virgen que mantiene su Si a Dios cuando recibe una noticia que no es fácil de digerir “Será una bandera discutida…y a ti una espada te traspasará el alma” (Lc 2,34) Ella va a ser la Virgen fiel. El ejemplo de María ha de ayudarnos a nosotros a permanecer en el Sí al Señor me medio de las adversidades y dificultades que la vida nos traiga. La Virgen se ofrece a sí misma y nos ofrece también a nosotros que por la muerte del Hijo, hoy anunciada, somos convertidos en sus propios hijos. Ella es Madre de toda la humanidad.
Hermanos y Amigos, hoy, en esta Fiesta, celebramos también la Jornada de la Vida Consagrada, instituida por el Papa San Juan Pablo II, que en el mensaje de la primera Jornada de la Vida consagrada (Juan Pablo II, Mensaje para la primera jornada de la vida consagrada, 6 enero1997), decía con sus palabras que pretendía alcanzar tres importantes objetivos. En primer lugar, alabar al Señor y darle gracias por el don de la consagración de vida, que radicaliza la consagración bautismal iluminando la vida de los cristianos y de cuantos reciben la luz del testimonio de Cristo, que brilla con especial brillo en la vida de los que siguen en radicalidad los consejos evangélicos. En segundo lugar, promoviendo con esta Jornada un mejor conocimiento de la vida de consagración en la Iglesia, con las muchas obras de amor que acompañan la vida religiosa y de especial consagración en general. Y, en tercer lugar, que esta Jornada fuera motivo de descubrimiento de la belleza que acompaña una vida de consagración como vida entregada a Dios y a los hombres. Belleza que es obra del Espíritu Santo, autor de los carismas y sujeto divino que sostiene con su gracia la vida de consagración, obrando en la vida consagrada como obró en María el prodigio de dar a luz al mundo al Redentor.
Este año celebramos esta Jornada con el lema: La vida consagrada con María, esperanza de un mundo sufriente.
Con este lema se nos pone a María como modelo de esperanza, que nuestro mundo actual, en el que hay tanto sufrimiento, necesita con urgencia. Todo consagrado con su palabra, con su acción, pero sobre todo con su propia vida ha de ser testigo y anuncio de esta esperanza. Y lo será en tanto en cuanto aprenda de María y con María, Madre de la Esperanza, a esperar solo en Dios.
En este día damos gracias a Dios por todas las personas de especial consagración, presencia elocuente del amor de Dios en el mundo. Oramos por todas las personas consagradas de nuestra diócesis para que mantengan viva la grandeza del don recibido y vivan coherentemente su misión en la Iglesia y en el mundo, propiciando el encuentro con el amor de Dios uno y trino
Hermanos y Amigos, proclamemos con alegría y con fe, en este día, a Cristo, Luz del mundo, y renovemos nuestro querer ser luz del Señor cada día de la mano de nuestra Madre la Virgen. Tengamos las actitudes de acción de gracias y adoración de Simeón y Ana y hablemos de la Buena Noticia del Señor a quienes se encuentren con nosotros.
Adolfo Álvarez. Sacerdote