EL AMOR QUE SE ENTREGA. ¡CONTEMPLEMOSLE!
Con la Misa de este día como prólogo inauguramos el Santo Triduo Pascual( Pasión-muerte-sepultura-resurrección del Señor)
Día de la Institución de la Eucaristía. Día de la institución del Sacerdocio ministerial. Día del Amor fraterno.
A propósito de este día nos dice el Papa Benedicto XVI: “El Jueves Santo no es sólo el día de la institución de la Santa Eucaristía, cuyo esplendor ciertamente se irradia sobre todo lo demás y, por así decir, lo atrae dentro de sí. También forma parte del Jueves Santo la noche oscura del Monte de los Olivos, hacia la cual se dirige Jesús con sus discípulos; forma parte también la soledad y el abandono de Jesús que, orando, va al encuentro de la oscuridad de la muerte; forma parte de este Jueves Santo la traición de Judas y el arresto de Jesús, así como la negación de Pedro, la acusación ante el Sanedrín y la entrega a los paganos, a Pilato. En esta hora, tratemos de comprender con más profundidad estos acontecimientos, porque en ellos se lleva a cabo el misterio de nuestra Redención.
Jesús sabiendo que había llegado su hora convoca sus discípulos más íntimos, a los Doce, y comparte con ellos los últimos momentos de su vida temporal celebrando con ellos la Pascua. “Vosotros sois mis amigos”.
A ellos les confía el Mandamiento Nuevo, la Eucaristía, “Haced esto en memoria mía” y el Sacerdocio. La bondad divina se abre como una cascada de acontecimientos destinados a ser otras tantas fuentes de vida para el hombre, que lo harán más humano, conforme al plan de Dios. Al lavar los pies a los Apóstoles, hará que nunca se olviden del tipo de relación que quiere ver siempre entre ellos: “como yo os he amado”
¡Que intensidad pone Jesús hoy! Dice Él: Ardientemente he deseado comer esta comida con vosotros antes de padecer. El Señor instituye el Sacramento central de nuestra fe cristiana: el amor de Dios entregado, prenda de vida eterna.
Centro de este día es la Eucaristía. Y la Eucaristía es Jesucristo mismo, entregándose por nosotros en su pasión y en su cruz para darnos vida y para hacer posible que participemos con Él en su resurrección gloriosa. La Eucaristía es el centro de la vida de la Iglesia y tiene que ser también el centro de nuestra vida cristiana. ¡No podemos vivir sin la Eucaristía!
Hoy entramos de nuevo en el Cenáculo. Se actualizan para nosotros sacramentalmente estos Acontecimientos para que nosotros participemos en ellos.
Lo que hoy celebramos, al contemplar al Señor, rodeado de sus discípulos entregándoles el pan y el vino y diciéndoles: “Tomad y comed, esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros…Tomad y bebed, esta es mi Sangre que será derramada por vosotros…”es la vida de Cristo entregada en la Cruz, permanentemente, reproducida y actualizada por la Iglesia en el Misterio Eucarístico.
Estamos ante un Gran Misterio, ¡Admirable Misterio!. No podemos quedar indiferentes ante tan Gran Misterio. Nuestra vida tiene que ser distinta desde la Eucaristía. Vivir de la Eucaristía es vivir, en Cristo, una vida nueva.
Cristo lo que nos quiere decir a ti y a mí con la Eucaristía es: “Yo quiero vivir dentro de ti, quiero que tengamos una misma vida tú y yo. Pero como la vida tuya se acaba, como tu vida se extingue, yo quiero darte mi vida que no termina nunca, quiero que tú y yo tengamos una misma vida”.
La vida nueva que brota de la Eucaristía es puesta de manifiesto en el Lavatorio de los pies, que hoy nos narra el Evangelio, y en el Mandamiento Nuevo del amor. Del lavatorio de los pies nace una Iglesia y un cristiano que se hace prójimo para los demás, que se hace buen samaritano para el mundo. El servicio a nuestros hermanos debe ser para nosotros, creyentes, una actitud permanente, una verdadera señal de identidad de nuestro ser cristianos, “En esto conocerán que sois mis discípulos”. Estamos llamados a ser servidores los unos de los otros, aprendiendo a inclinarnos ante los otros para servir, para amar de verdad y al mismo tiempo tener la suficiente humildad para dejarnos lavar por los otros. Esto requiere de nuestra parte dejar atrás egoísmos, orgullos y vanaglorias, y no nos pase como le pasó a Pedro, que al principio no quería dejarse lavar por Jesús.
Hoy, Jueves Santo, es también el día que tenemos que dar gracias a Dios por regalar a su Iglesia el ministerio sacerdotal. Jesús les dice a sus Discípulos: “Haced esto en conmemoración mía”. Con este mandato Cristo está constituyendo a los apóstoles en los primeros sacerdotes. Cada sacerdote es un regalo del amor de Cristo. Cristo a través del Ministerio sacerdotal sigue haciéndose presente en medio de nosotros a través de sus Sacramentos. Oremos hoy especialmente por los sacerdotes y por las vocaciones al sacerdocio.
Demos gracias hoy al Señor por su presencia en la Eucaristía, preguntémonos si la Eucaristía es centro de nuestra vida, si nos dejamos lavar los pies por Jesús, si lavamos los pies que vemos nos piden ser lavados, si oramos por las vocaciones al sacerdocio y la santificación de los sacerdotes.
Adorémosle en silencio. Contemplemos a Jesús en su entrega por todos. Crezcamos en el amor a Dios y a los hermanos. ¡Vivamos este día con intensidad y con mucho amor! Cristo se entregó para salvarnos. Que cada día la Eucaristía sea más importante en nuestra vida y con la fuerza que nos viene de alimentarnos de este Pan de vida seamos testigos de este amor del Señor, manteniendo una vida acorde con la fe que profesamos.
Que en este día de Jueves Santo nos adentremos con mayor profundidad en el Misterio Pascual de Cristo, y al recibir su Cuerpo Sacramentado sintamos la necesidad de ser en nuestra vida como fue la suya: una vida de entrega, de sacrificio y de servicio. Que sepamos ser testigos de Cristo en el mundo por una fe inquebrantable, con la fuerza del Espíritu y manifestada en especial amor as los hermanos más necesitados. Adolfo Álvarez. Sacerdote