La Cuaresma, Camino hacia la Pascua: Vencer con Cristo la Tentación Creciendo en la Fe El pasado miércoles hemos iniciado la Cuaresma, camino hacia la Pascua y hoy en este primer Domingo de Cuaresma empezamos de manera solemne este ascenso a la cumbre de la Pascua. La Cuaresma es “un tiempo de gracia”, “un tiempo favorable” para una sincera revisión de cómo vivimos nuestra vida de cristianos. Si es que de hecho, por las actitudes que adoptamos habitualmente, en nuestra vida de cada día, por nuestras obras, nuestros comportamientos en casa, en el trabajo, con los amigos, en nuestra relación con los demás, en el ejercicio de nuestras responsabilidades sociales, nuestra vida se puede considerar cristiana. Este Tiempo de Cuaresma son días de gracia para conocer más y mejor el Misterio de Cristo, nuestro Salvador y así vivir más plenamente este Misterio. Son días para profundizar en nuestro Bautismo reavivando en nosotros el don de ser hijos de Dios y disponernos así a renovar lo prometido en el Bautismo en el momento culminante de la Vigilia Pascual. Y es que la razón de la Cuaresma es prepararnos a la Pascua. La Pascua, el Misterio Pascual de Cristo, es su muerte redentora y su resurrección gloriosa. El Camino de la Cuaresma nos tiene que llevar a que la Pascua de Cristo sea nuestra Pascua.
En este primer domingo de Cuaresma nos encontramos primeramente con un tema que es común a las tres lecturas que hemos proclamado: la fe. En el Libro del Deuteronomio vemos que el buen judío, cuando iba al templo a ofrecer las primicias de la cosecha, hacía “la profesión histórica de su fe” y agradecía al Señor sus bienes, en la segunda lectura san Pablo dice a los romanos, a quienes escribe:” si profesas con tus labios que Jesús es el Señor y crees que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo”(Rom.10,9).
Por su parte, Jesús en el pasaje del evangelio responderá al tentador que le ofrecía todo género de bienes, con sólo doblar su rodilla ante él: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a Él solo darás culto” (Lc 4, 8). Nosotros, cada uno de los bautizados, estamos llamados a , en el Camino de la Cuaresma , progresar en la fe recibida, celebrada y vivida, y así renovar sinceramente las Promesas Bautismales en la Vigilia Pascual, siendo esta renovación expresión de la experiencia de las renuncias y de los avances en la confianza plena en el Señor que hemos ido viviendo en el trayecto de la Cuaresma.
Y en este primer Domingo de Cuaresma para vivir este camino somos llevados al desierto, lugar de purificación y de encuentro con Dios. Un lugar en el que libran duras batallas y , al mismo tiempo, se puede encontrar el consuelo. La Cuaresma no puede quedarse en una operación de maquillaje exterior, sino que nos ha de renovar de una manera profunda desde el encuentro con Dios dejándole que transforme nuestra vida, pues muchas veces nosotros vivimos como si Él no existiera. Y en este ir al desierto cobra un protagonismo especial e importante la acción del Espíritu Santo. El Espíritu es el que empuja a Jesús al desierto, El Espíritu es quien nos acompaña a nosotros para vivir esta experiencia de desierto cuaresmal. Y a Este Espíritu hemos nosotros de acudir para que nos guíe, su fuerza sea la que nos ayude a vencer al mal, para que sea la Palabra de Dios el criterio de todas nuestras acciones.
El desierto es tiempo de silencio, de oración, de ayuno. De silencio para escuchar, de ayuno para mantenernos en vigilante espera de lo que pueda suceder y de plegaria que es medio que nos ha mostrado Jesús como antídoto contra el autoengaño y la poca conciencia de nuestros límites. A nosotros hoy se nos recomienda nuevo la oración, el ayuno y la limosna como medios para vivir una sincera conversión de nuestros corazones a la verdad y la bondad de Dios en este itinerario cuaresmal:
Oración: Necesitamos “tratar de amistad con aquel sabemos nos ama”, que nos dice Santa Teresa de Jesús. Escuchar más la Palabra de Dios, meditarla y mantener este diálogo amoroso y con confianza con el Señor.
Ayuno: Mirar qué debemos cambiar, a qué hemos de decir basta, para una sincera conversión y desprendernos de aquello superfluo para crecer en virtudes.
Limosna: Darnos a los demás, compartir con los más necesitados, dar testimonio de la fraternidad, de la justicia, de la solidaridad. Y en este camino de conversión Jesús nos dice que experimentaremos la tentación. La liturgia en este primer domingo de Cuaresma nos ofrece el pasaje de las tentaciones de Jesús, nos advierte de que tampoco a nosotros nos van a faltar, pero que también podemos salir victoriosos, como Jesús.
En toda tentación hay siempre una invitación a decir no a Dios; en su aceptación está el pecado. Responder sí a la tentación de convertir las piedras en pan habría sido dejar de lado la voluntad de Dios. La tentación de adorar al diablo, aceptando su oferta de tantos bienes materiales, significaba olvidar que Dios es el único Señor. Finalmente la tentación de lanzarse desde lo alto del templo, confiando que Dios haría el milagro de no sufrir lesión alguna; con ello podría gloriarse y conseguir prestigio ante los que presenciasen el portento; el pecado era doble: soberbia y presunción.
La verdad es que toda tentación acaba siendo una invitación a evitar el propio destino, o mejor dicho, el abandono de la misión encomendada por Dios. La gran tentación que se esconde en las tentaciones que nosotros podemos experimentar es la de la desobediencia. El diablo intenta persuadir a Jesús de que puede tener un camino mejor para salvar a los hombres. El diablo nos tienta a nosotros a tener, al poder, a adorar otros dioses, para vivir la felicidad plena. Jesús responde con palabras tomadas de la Escritura, nosotros hemos de reafirmar la Palabra de Dios para ella sea el criterio de todas nuestras acciones y vencer con Cristo toda tentación.
Hermanos y Amigos todos estamos comprometidos en una lucha continuada entre el bien y el mal. El mal existe; también dentro de nosotros. Pero con la ayuda de Dios y el ejemplo estimulante de Cristo podemos y debemos vencerlo. En la Vigilia Pascual se nos preguntará si renunciamos al demonio y a sus obras y contestaremos que sí. Esto, por consiguiente, tendremos que ir viviéndolo, en un proceso de sincera conversión, a lo largo de la Cuaresma, pasando del hombre viejo al nuevo. Entremos en Camino Cuaresmal con los ojos fijos en el Señor y tengamos en nuestros labios palabras para confesar nuestra fe. Que nos ayude la intercesión de la Virgen, nuestra Madre y de los Santos. Que lleguemos renovados a la cumbre de la Pascua. Adolfo Álvarez. Sacerdote