En este segundo domingo de Adviento, un anuncio resuena con claridad, por medio de Juan Bautista: «preparaos a recibir al Señor, que viene a traer la salvación». El precursor del Mesías, Juan Bautista, se sirve de la bella imagen del camino llano y recto, con la que el profeta Baruc destaca el protagonismo de Dios en el retorno de su pueblo desde el destierro a la patria, para invitar a todos los hombres a preparar el camino al que viene de parte de Dios a cumplir la esperanza de la salvación definitiva del mundo, entendida como comunión de vida y de amor con Dios. El profeta no escatima imágenes para expresar sobreabundantemente el exceso de amor con que Dios facilitará a su pueblo Israel el retorno a la patria, protegiendo con sombra el camino y perfumándolo con la fragancia de árboles aromáticos. El Bautista nos exhorta, a quienes nos preparamos para la celebración de la Navidad, a no desaprovechar la ocasión de gracia que nos brinda el Señor.
La proximidad del Señor nos pone frente a la necesidad de la conversión. Conversión es la exigencia fundamental que brota de nuestra fe en Cristo.; el punto de partida de cualquier renovación en la vida cristiana. La mejor preparación para la alegría de Navidad. Siempre que el mundo se ha renovado, la fuente ha sido la misma: la conversión. Cuando Juan Bautista viene a preparar a su pueblo para que reconozca, ame y se alegre con Cristo, y por eso exhorta: “¡Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos!”.
Que hoy resuene de nuevo en nosotros: “Convertíos”. Es el grito del Bautista. Es la invitación de la Iglesia. Es la tarea del Adviento. También para ti y para mi, para cada uno de nosotros. Debemos acoger esta invitación, esta llamada y preparar nuestros corazones a acoger este perdón, a reformar nuestras vidas para que nazca el Señor en cada uno de nuestros corazones en la próxima Navidad.
Por ello en este Domingo, en primer lugar, nos podemos aplicar las palabras del profeta: “Preparad el camino al Señor”. El camino, como dice la segunda lectura, se prepara con frutos de justicia: “así llegaréis a día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia…”. No podemos olvidar que el mejor modo de estar dispuestos a recibir a Cristo en nuestra vida es una vida repleta de frutos que se corresponden con la voluntad de Dios. La justicia divina es lo que se ajusta a la voluntad de Dios. Lo que se ajusta a la voluntad de Dios es el amor universal.
Y En segundo lugar, podemos concretar esos frutos, siguiendo las indicaciones del profeta Juan el Bautista, en la conversión; es decir, en el cambio de mentalidad y en el cambio del proceder, para parecernos más a Jesús. Juan Bautista predicaba un bautismo de conversión. La segunda lectura dice: “…pues habéis crecido en sensibilidad para apreciar los valores”. La oración colecta dice: “Salimos animosos al encuentro de tu Hijo; no permitas que lo impidan los afanes de este mundo”. Está claro que, cuando uno tiene sensibilidad genuinamente cristiana, percibe cómo están en confrontación los valores del evangelio y los valores del mundo y hasta qué punto los valores del mundo están metidos en nuestro modo de pensar y de actuar. Los valores del mundo están representados en las tentaciones de Jesús: el tener, el poder y la fama. Valores que, si los seguimos, nos incapacitan para encontrarnos con Jesús. Frente a ellos hay que poner los valores del amor, el servicio y la humildad.
Para poder vivir en el camino de la conversión y de los valores que el Evangelio conlleva tenemos que vivir unas actitudes concretas:
-Vivir en actitud de gracias. El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres.
– Unir Oración y vida. Es decir que nuestra vida concuerde con la fe que profesamos.
– Tomarse la vida como testimonio y anuncio de salvación. La Salvación es para todos y la anunciamos con nuestra propia vida. ¡¡Contagiemos la alegría de la fe!!.
Hermanos y amigos: Sigamos preparando camino al Señor, avancemos por el camino de la conversión. El Espíritu Santo nos ayude a abrirle el corazón al Señor y experimentemos el gozo de la Salvación.
Adolfo Álvares, Sacerdote